Cuando se menciona la música de salsa no podemos sino pensar en Cuba. Y es que sin lugar a dudas este ritmo sienta sus bases en el tradicional son cubano, si bien no podemos olvidar que es una mezcla perfecta de otros géneros como el merengue, la rumba y el mambo que, a su vez, se basan en las sonoridades propias de los africanos.
Se afirma que todo comenzó en los primeros años del siglo XX. Al contrario del sol, la música la salsa se convirtió en el baile más popular de la isla, mucho más que la guaracha, el mambo y la mismísima rumba. La salsa en sí era concebida como un ritual mucho más galante que el merengue ya que en sus inicios, las parejas ni siquiera se rozaban al bailarla.
Tal y como ocurrió por otros ritmos latinos, también la música de salsa traspasó las fronteras y llegó hasta Estados Unidos, donde tuvo una cogida muy calurosa entre la comunidad latina. Inmediatamente las casas discográficas se percataron de las potencialidades comerciales del nuevo ritmo y decidieron llamarla salsa (una estrategia de marketing para no denominarla “son”, una palabra muy parecida al Inglés “sound”). Así fue como la música de salsa comenzó a difundirse por todo el mundo. Tan fuerte fue su acogida, que en los años ’50 la salsa era uno de los géneros más difundidos en Estados Unidos.
La Vida Es Un Carnaval – Celia Cruz
La música de salsa no se debe comprender exclusivamente desde su perspectiva sonora, también es una lucha contra la pobreza y la marginación a la cual estaba sometida la cultura latinoamericana en los Estados Unidos. Los grandes nombres de la salsa son: Willie Colon que le confirió un toque más metropolitano, Tito Puente el rey del mambo y obviamente la reina absoluta, Celia Cruz.
En el 1988 la música de salsa tomaría un nuevo derrotero de la mano de NG La Banda, una orquesta cubana que la llevó hasta Japón e implantó lo que hoy se conoce como “timba”.