La canción "Las chingadas ganas de llorar" de Enrique Bunbury, incluida en el álbum "Cuentas Pendientes", es una profunda meditación sobre el amor, la resistencia y las emociones humanas en tiempos de dificultad. Con su característico estilo lírico, Bunbury amalgama elementos poéticos con su sello personal, ofreciendo al oyente una experiencia conmovedora.
Desde los primeros versos, la letra se presenta como un lamento optimista ante las adversidades. La expresión "nos salvamos por los pelos" establece un tono de precariedad que persiste a lo largo de la canción. En este sentido, la metáfora del naufragio simboliza no solo la fragilidad de las relaciones humanas, sino también las enormes dificultades que enfrentan aquellos que realmente se aman. A través de estas imágenes evocadoras, el protagonista se muestra participante de una lucha emocional donde cada lucha es una prueba para el amor que desafía a todos los demás.
La frase “dicen que amar es hasta la misma muerte” encierra un dilema existencial; refleja la inmensidad del compromiso y entrega que implica amar verdaderamente. Este tipo de amor va más allá del simple deseo o incluso del recuerdo: se plantea como un asunto vital en sí mismo. A través del uso del imperativo “colócate en el blanco”, el protagonista invita a su pareja a ser parte activa en esta búsqueda constante por mantener intacto ese vínculo singular.
El coro repetitivo "resistimos mientras todo alrededor se derrumba" actúa tanto como un grito desbordante como un mantra subyacente entre líneas de frustración e impotencia. Aquí se percibe una ironía sutil: si bien resisten juntos frente al caos exterior, también son conscientes de las “chingadas ganas de llorar” que pueden consumirlos si no encuentran refugio uno en el otro. Este contraste entre la fortaleza externa y la vulnerabilidad interna resuena profundamente con quienes han experimentado dificultades en sus propias vidas amorosas.
La letra también aborda temas existenciales más amplios cuando menciona lo relativo y efímero del valor: “solo tiene un valor verdadero / lo que nos cuesta el techo y la vida”. Esto revela una crítica social sobre los valores contemporáneos; lo material parece despojarse de sentido frente a aquello que emotivamente nos une o duele. En esta reflexión queda claro que para Bunbury, las experiencias más válidas suelen estar ligadas a los estratos emocionales profundos.
El verso final plantea una visión compleja acerca del alcance temporal y necesario del sufrimiento humano: "hay cosas que si las arreglas / del todo las estropeas". El protagonista deja entrever cierta aceptación pasiva hacia lo imperfecto y casualmente deteriorado; esto puede considerarse un recordatorio sobre la necesidad inherente al error humano y cómo este conforma nuestras realidades personales.
Musicalmente, la canción mantiene esa fusión rock-pop típica de Bunbury, lo cual contrasta con la melancolía rica presente en sus letras. Este contraste refuerza aún más ese análisis sobre cómo se debe luchar contra tempestades exteriores sin perder nunca la fe en los vínculos afectivos significativos.
En conclusión, "Las chingadas ganas de llorar" emerge como una poderosa reflexión sobre el amor resistido ante adversidades insuperables y convicciones propias inquebrantables. La música encarna esa contradicción entrañable entre fortaleza y fragilidad humana; así, Enrique Bunbury logra conectar emocionalmente con su audiencia mediante letras profundas e introspectivas además de explorar esos recovecos dolorosos donde surgen las verdaderas expresiones hacia el ser amado.